Hombres y Mujeres de Fe, Acción y Visión
Evangélicos Unidos en Acción nació apenas hace un mes y ya tenemos a algunos medios de comunicación, a unos analistas radiales, a unos partidos políticos y hasta a algunos líderes religiosos temerosos. Entre las risas, burlas y ataques de los que somos objetos, se puede discernir el temor al otro lado del campamento.
¿A qué se le teme? ¿Por qué se nos teme? Hermanos, la razón es simple y sencilla. La gente poderosa, humanamente hablando, siempre le tienen temor a lo que el pueblo humilde puede lograr cuando se une. Ellos saben que gente ordinaria, haciendo cosas ordinarias, en formas ordinarias, pueden llegar a alcanzar logros extraordinarios. Una de las más grandes lecciones que nos da la historia es esta: las personas que determinan el resultado de los grandes eventos humanos, no son los reyes o los príncipes, no son los tiranos, es la gente sencilla. Son los padres, madres, niños, abuelos, trabajadores, etc., los que ponen en “jaque mate” las estrategias de los brillantes, de los expertos y de los meticulosos.
¿Qué dice la Palabra de la gente simple? En 1 Corintios 1: 26-29 leemos: 26 “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; 27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil dle mundo, escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es; 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia”.
Es la gente sencilla la que cambia el curso de la historia, porque estamos hechos del mismo material que está construída la historia. Pero tenemos que ser sabios, tenemos que aprender las lecciones que la propia historia nos dá.
La bendición que disfrutamos hoy y que nos ha sido dada por Dios, vino como resultado de la unión de dos tipos de personas: la de hombres y mujeres de fe, con visión espiritual; y la de hombres y mujeres de acción. Fe y acción, memorize estas palabras.
En la medida en que la Iglesia entra en el nuevo siglo, tiene que enfrentarse a una pregunta crítica y crucial: ¿Cómo podemos vivir nuestra fe en medio de una cultura que comienza a mostrar serias señales de descomposición social? ¿Cómo? Recordando quiénes somos, de dónde venimos y cómo es que tenemos que hacer las cosas. Recordando que les servimos a un Dios que interviene en los asuntos de los hombres. Recordando que las oraciones que hacemos a nuestros Dios, tienen que ir acompañadas de fe, valor y acción. ¿Por qué enfatizamos la palabra recordar? Porque es muy fácil en este tiempo de bendición y comodidad el olvidarnos de la fe de los fieles y la acción de hombres y mujeres de buena voluntad que se unieron para echar por el piso la tiranía, para asegurar la libertad y para establecer el bienestar de nuestras familias, nuestras iglesias y nuestras comunidades.
A veces es fácil olvidar principios, más aún, cuando empezamos a amar el dinero, la fama y el poder de los hombres. Estas cosas han amenazano a la Iglesia y a sus líderes y la han convertido en esclava del “status-quo”, y peor que eso, nos ha convertido en una generación de espectadores del decaimiento moral que nos rodea. En vez de ser participantes activos, muchos cristianos son espectadores lejanos. Los creyentes que se han dejado atrapar por este espíritu respiran un aire de derrotismo. Son aquellos creyentes que se la pasan diciendo que “no se puede hacer nada”, “que no vale la pena luchar por los valores”, “que ya todo está perdido”. Los que estamos aquí somos los que creemos que para Dios todo es possible, que en Cristo somos más que vencedores.
Si algo bueno va a traer Evangélicos Unidos en Acción es hechar fuera todos esos temores y complejos que nos han enseñado a través de los años. Habrá siempre gente negativa, habrá siempre personas que estén criticándolo todo, habrá siempre gente que nos quiera tratar de convencer de que no vamos a lograr nada, pero no vamos a perder nuestro tiempo discutiendo con ellos. No vale la pena. La gente de allá fuera está lista para los cambios. Quieren respuestas verdaderas, no mitines de baile, botella y baraja. Anhelan voces que hablen por la razón. Están cansados ya de los “slogans” de la propaganda y la hipocresía. Ya han ido perdiendo la paciencia con los politicos y los cobardes. No quieren palabras, quieren acción.
Otra razón urgente que nos mueve a la acción es la necesidad de proveer voces que se levanten a denunciar proféticamente el pecado, no voces que nos llamen a la huída, a volver a Egipto, a retirarnos. Nuestra nación se encuentra en una encrucijada. No podemos callar en este tiempo. Es hora de actuar.
Y por ultimo, si importante es el mensaje que queremos llevar, también es importante la manera en que lo vamos a llevar. Si nos ceñimos a las normas de la Palabra, vamos a triunfar, vamos a volver a ganar la credibilidad que la Iglesia ha perdido en los últimos tiempos.
Cada vez que hablemos sobre los reclamos exclusivos que hace la Palabra de Dios sobre unas áreas en nuestra cultura, haríamos bien en recordar las palabras del Apóstol Pedro cuando nos dice: “…..y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo aquel que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, teniendo Buena conciencia, para que los que murmuran de vosotros como malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo” ( I Pedro 3:15 ).
Las palabras operacionales para el trabajo que deseamos hacer en Evangélicos Unidos en Acción son mansedumbre y reverencia. Para presentar ideas no se necesita agredir verbalmente a nadie. Eso si, hay que ser firme, pero como dice el refranero popular: “lo cortés, no quita lo valiente”. No vamos a convencer a los personas estrujándole nuestras ideas en el rostro. Si esa estrategia no ha funcionado en el pasado, mucho menos funcionará en este tiempo. A pesar de que el Evangelio es intrusivo y la verdad duele, no hay necesidad de que nosotros los que llevemos el mensaje seamos ofensivos o violentos. La mansedumbre y la reverencia deben de estar presentes en todo lo que hagamos. El Evangelio no demanda menos.
¿Queremos ejemplos de cómo vamos a conducir nuestros asuntos y discursos? ¿Quién se supone que se constituya en el ejemplo y el modelo que todos los cristianos debemos de seguir e imitar? ¿Quién es esa persona? C R I S T O. Vamos a la palabra y aprendamos de sus métodos.
Primero, Jesús nunca se puso en un “teque teque” o un “toma y dame” con ninguno de los que discrepaban de él. A veces solo le respondía con preguntas. En otras ocasiones les contaba una historia. Jesús hablaba con gentileza y reverencia. Discutir agriamente, aún en la defensa de nuestros valores, viola aún las buenas noticias que queremos compartir. Nuestros métodos deben reflejar la gracia y la Gloria del Dios que proclamamos.
Segundo, Jesús trató a todo el mundo, aún a aquellos que discrepaban de él, con respeto y amor. Intentaba ganárselos a través de un diálogo inteligente, de un debato lógico, de contarle unas historias y confrontarlos con ellas y con un razonamiento de sentido común. ¿Cuántos recuerdan el encuentro de Jesús con el jóven rico? Una vez este jóven le dió la espalda, Jesús no violó su integridad, Jesús no le ridiculizó su desición, Jesús no lo coaccionó para que cambiara su decisión. Dice la Palabra: “lo amó, pero lo dejo ir”. Le permitió el que se rehusara a obdecerlo. Esta es una de las más grandes maneras de amar y respetar. Hay cristianos que disfrutan más del calor de una discussion, que de la gracia del evangelio. Si malos estilos ofenden a los que estamos tratando de alcanzar, ¿qué ganamos? Hay cosas y verdades que nosotros vamos a decir que van a ofender a algunas personas. Ninguno de nosotros puede controlar las acciones que producen la verdad, pero si podemos controlar nuestros impulsos. Si comenzamos a tratar a la gente con mansedumbre y reverencia, eventualmente cosecharemos grandes dividendos a largo plazo.
Finalmente, Jesús creyó su mensaje al punto de dar su vida por el. Ese nivel de compromiso atrae a cualquiera. Las personas de este tiempo está buscando gente auténtica y con pasión. Las falsificaciones y caricaturas de cristianos que andan por ahí, espantan a muchas personas. La gente de la calle están hastiadas de ver cristianos con convicciones diluídas. Están cansados de religiosos y de religión que existe para sí misma y para su auto-preservación.
En la medida en que Evangélicos Unidos en Acción lleve su mensaje con mansedumbre y reverencia, pero con pasión y convicción, en esa misma medida muchas personas escucharán, y de esos algunos creerán en nuestro mensaje y se nos unirán.
Lo que
bien comienza, bien continua. Hagamos todos un compromiso con el Señor de ser
diferentes, de constituirnos en una nueva raza de creyentes, que como los
creyentes de la antiguedad, alborotemos la ciudad con nuestro mensaje.
Evangélicos Unidos en Acción
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